La hija de mi madre.

María José Fernández Fernández (mi madre) nació en un pueblo de Sevilla. Siempre ha sido empática y sensible. Trabajó desde jóven para costearse los estudios. Se casó y tuvo dos hijos. Le hacía regalos a su hija cada vez que iba de viajes de trabajo. Me gusta pensar que era porque pensaba que la niña se sentía sola o abandonada. Seguramente fuera porque la echaba de menos o para mostrarle que se acordaba de ella. La despertaba por las noches al llegar y sacaba un paquete del bolso, tal vez una muñeca o uno de esos lápices multicolor que venden en los museos.

Hay días, momentos esporádicos, en los que desearía no ser la hija de mi madre. No parecerme a ella en nada, nunca. Un día mi hermano me dijo: “Más quisieras tú parecerte en algo a mamá”. Me ha costado mucho darme cuenta que lo heredado de mi madre tengo que cuidarlo con cariño.

En este trabajo recopilo las visiones de ambas. Ella en sus 20, yo en los míos. Comparando nuestras vivencias y nuestra tan parecida forma de ver el mundo que nos rodea.

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